viernes, 14 de noviembre de 2014

La fosa

Despierta. Abre tus ojos de piedra. El Sol brilla en el Este pero nosotros no podemos verlo. No importa. Podemos imaginar su calor. Debe estar más allá de la oscuridad que nubla nuestros ojos. Hace años que no lo vemos, que no lo sentimos sobre la piel, pero debe seguir ahí, justo donde nos abandonó: afuera.
Bien. Ya abriste los ojos. ¿Puedes ver algo? Ya sé que te pregunto todos los días lo mismo, pero es que tal vez tú sí te puedes salvar. Tal vez tú no estás perdido como yo. Y bien... ¿sí ves algo? ¿No? No te preocupes. Tal vez mañana. Sí, tal vez mañana...

Cierro los ojos pero es como si los tuviera abiertos, como si yo fuera una isla. Tal vez mañana. Sí, tal vez mañana no sienta la oscuridad a mi alrededor, acercándose, acechándome. Todo está en los ojos. Sí, todo está en los ojos. Si mis ojos no fueran de niebla, si no ardieran como me arden, tal vez podría ver algo. Hoy le pregunté de nuevo si veía algo, si sus ojos de piedra podían decirme algo de lo que ven más allá de esta fosa, pero, de nuevo, sólo estuvo callado. A veces creo que no me escucha, que los años de oscuridad, encerrado conmigo en este agujero lo dejaron sordo como a mí ciega. Al menos, eso es lo que quiero creer. También es posible que simplemente no quiera hablarme, que esté harto de mí. Tengo miedo. No tenemos a nadie más que a nosotros en este infierno y no quiero quedarme sola. No sabemos cómo llegamos aquí, pero un día despertamos juntos en esta oscuridad. Nunca supimos por qué y nos lo preguntamos cientos de veces hasta caer en la cuenta de que no importa. Entre los dos entendimos que nadie nos puso aquí, que realmente tampoco importa por qué lo hicieron. Cuando nos dimos cuenta de eso, todos los días buscábamos escapar. Soñábamos con lo que habría fuera de esta fosa y con lo que habíamos vivido antes de estar aquí. Recordamos pocas cosas: la luz, el sol, la noche, las estrellas, la música, los edificios. Pero nunca recordamos a la gente. La gente es demasiado horrible como para ser recordada. Sí, no vale la pena pensar en eso. Ahora nos tenemos el uno al otro. Ya que estamos aquí, no podrán dañarnos nunca.
Espera. Escucho algo. Creo que él está llorando. Sí, suena como si sollozara. Intentaré extender mis manos hacia él. No quiero que llore. Quiero abrazarlo y que esté a mi lado como solíamos estar antes, antes de que todo esto pasara. Ven. Por más que estiro mi mano, no logro alcanzarte. ¿Dónde estás? ¿Sigues aquí? Tanteo la oscuridad pero no te encuentro. Sigo escuchando tus sollozos, pero no puedo encontrarte. ¿Por qué no estás? El llanto se aleja. No. No. no. nononono. No te vayas. No me dejes. ¿A dónde vas? No ves que no hay nadie más allá. No no no no nononono. No hay nada. No vas a encontrar nada. No veo, pero he sabido desde hace mucho tiempo que NO HAY NADA. No hay nada. No hay nada. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!


Abro los ojos, o al menos eso creo. Hace tanto que da igual que no sé si los tengo abiertos o cerrados. Por fin puedo ver algo. Entre las lágrimas hay una luz. Está desenfocada, pero creo que es una luz. Sí. Así se veían las luces antes. ¿Qué es? ¿Es para mí? ¿Él volvió? Me miran unos ojos grandes, grises, como de piedra. ¿Eres tú? Sí. Creo que eres tú. ¡Qué alegría que volvieras! Pensé que esta vez ya no volverías nunca. A veces, cuando te vas, pienso que tal vez no vuelvas pero luego recuerdo que más allá de este hoyo no hay nada, que estamos solos en el mundo y que nada más nos tenemos el uno al otro. También estás llorando. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? Sé que a veces me salgo un poco de la realidad, que imagino cosas que no están ahí, pero es porque me siento sola. Nunca quise hacerle daño a nadie. No. Nunca quise eso. Sólo quería no estar sola, que los demás no llegaran a ignorarme, a callarme, a arrojarme en hoyos como este. Por eso estaba muy feliz cuando te vi. Reconocí un poco de mi dolor en el tuyo, pero nosotros no somos iguales. Tú sí puedes ver. El problema es que no escuchas. No. No escuchas. Tengo que usar mis manos para verte y tú tienes que ver mis manos para escucharme. El secreto está en las manos. Por eso cuando no pude verte me desesperé un poco. Perdón. No quise gritar como lo hice, pero debes entender que tengo miedo. Tengo mucho miedo. Ven. Intento abrazarte pero no puedo. Te internaste de nuevo en la oscuridad. Mis ojos de niebla no pueden verte otra vez. Ya. Entiendo. Estás detrás de mí. A veces creo que siempre estás detrás de mí, como cuando jugábamos a las traes. Siempre te gustó perseguirme. Ahora tú me abrazas. Tus brazos son tibios. Siempre me gustaron tus brazos. Me gusta estar así. Sigues llorando pero ya no sollozas. Yo lo sé porque siento las lágrimas tibias resbalar hacia mi piel. Creo que te sonrío. Seguramente estás de espaldas a mí porque no quieres que te vea llorar. Entiendo. Yo también quiero llorar. Estaba muy asustada cuando pensé que no ibas a volver, pero ya estoy bien. Estoy tranquila porque estás a mi lado. Perdón si lloro un poco también. Es bueno que estés a mis espaldas o te darías cuenta. Te digo en un susurro que te quiero, que siempre te quise y con las manos hago señas para explicar que todo está bien. Sé que me quieres y sabes que te quiero. Al final, sólo tenemos eso. Qué bueno que no estoy sola. Sola. Sola. solasolasola.

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