lunes, 15 de junio de 2015

La flama y la tarde




Pasa la tarde y las horas huelen a sexo
o, será que el sexo nos huele,
huele nuestras llamas de juventud incansable
que a penas se vislumbra en aquella esquina, 
tan remota e impensable
de la vida de vidas.

Sí. El sexo nos huele.
Se nos acerca, cazándonos
y poco a poco nos rodea
en una trampa tan mortal
como la muerte,
y nos empuja, uno hacia el otro,
y nos consume,
alimentándonos, abrasándonos,
en el fuego fatuo,
eterno,
de la vida que se abre paso.

Nos mezcla, como uno sólo 
para tomar nuestro fuego
y alimentar el propio,
siempre en peligro de extinción, 
siempre cambiante,
que crece codiciosamente a costa
de todos, de nadie,
y nos lleva, si bien no a su infinito
entre estrellas y constelaciones;
sí entre himnos tan viejos
que parecen salidos de las entrañas del mundo,
de los primeros seres que respiraron y pasaron la tarde, 
oliendo a sexo entre las horas de su juventud incansable.


1 comentario:

  1. Hola, muchas felicidades, escribes muy bien y sobre todo con mucho sentido, pero ya tiene tiempo que no publicas... ¿Qué paso con esa inspiración?...

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