miércoles, 9 de noviembre de 2011

En mí

Te siento. Te siento en el aire, en la voz que me llama de adentro, desde los rincones de mi mente que nunca veo en sueños, desde las palabras hechas alas, desde los caminos que recorro a diario,
desde cada fibra de mi ser que te llama, te busca, esa voz que no te encuentra.


Y aquí estoy yo, queriendo apaciguar el frío con el recuerdo, reviviendo momentos en que tu contacto estaba a dos pasos y tu aliento a una palabra del mío: te tengo y no te tengo. 
Te sueño y despierto en noches oscuras, buscando tu calor al lado del mío, buscando tu rostro dormido, hermoso, esa tranquilidad tan digna de ti. Te siento y tanteo en la oscuridad en busca de tu tacto frío, en busca de tu voz, pero no te encuentro. Tu voz viene de mí, viene hacia mí, viene de lejos y se escucha tan cerca. 

Porque tu ausencia está marcada en cada sombra de mi semblante, en cada luz que ilumina a dos amantes solos en una multitud; amantes que reciben las miradas furtivas de aquellos que están solos o creen estarlo,
miradas cargadas de admiración, un toque de celos poco disimulado. Ellos miran y anhelan y recuerdan y suspiran. Uno que otro suelta una sonrisa cargada de llanto y se vuelve para seguir con su camino, un camino indefinido y perdido alrededor de ese grito que nunca se consumó. 


Entonces es cuando cierro los ojos y te pienso hasta ver cada rasgo de tu ser. 
Entonces es cuando me hago recordar que estás más cerca de lo que perciben los sentidos; estás en mí.