martes, 2 de octubre de 2012

La Huida


Preludio 
Tantas posibilidades, tantos sueños y dolores. Todo está afuera y yo estoy adentro. No puedo tocarlas. No hay modo de alcanzarlas a través del cristal hermético y frío de la ventana. 
Me arde el corazón. Él, a mil lado, el de la sonrisa oscura, buscador de profundos y dolores; me mira y sus ojos susurran envueltos en fuego. Me toma de la mano y sus dedos murmuran cielos de concreto. Todo él palpita, en lo profundo. Oigo las voces en mi cabeza, los gritos y destellos de razón. "Escápate" se dice y luego otra voz árida responde una y otra vez "No."...



 El tiempo pasa, a cucharadas cafeteras, tintinea en mis dedos un instante y ¡puf! se ha ido. Todo se va.  Todos. Y ahí estás tú, con tantas probabilidades, tantos sueños. Tus ojos, como ventanas abiertas me llaman, me traspasan y dentro dee tus pupilas llego a un mundo oscuro. Camino por gargantas profundas, salgo a calles de voces, de fantasías. Ahí, una voz suena en un grito de cartón. La voz es fuego llameante, decadente. Como si la fuerza de mil hombres emanara desde sus raíces, desde la esencia misma de todo, destruyera los lazos que la atan al fondo y triunfal se postrara ante mí
¡Escápate! -le digo- Ven conmigo. Estremécete de mí, conmigo. Te ofrezco mi corazón, mi mundo, mis segundos eternos.
En un destello la voz crece ojos nuevos de espacio y abismos. Me mira y caigo presa de su intensidad. Sus pupilas son sueños imposibles y en oscuro espacio interior de su centro reina un dolor dulce, sencillo como un poeta en las sombras que se aferra con garras y colmillos a su naturaleza de buscador de verdades y soñador en un mundo sin sueños.
La voz, que no era voz, se estremece, toma mi mano y se incendia; me abrasa. Corremos eternamente los dos, como uno solo, por mundos y realidades sin bien ni mal. 
El tiempo pasa a cucharadas soperas. Resuena en mis pasos infinitamente, fluye de mi cabeza al papel con trazos constantes y su voz, la voz de un corazón robado, habla desde mi interior y se convierte en arte.

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