lunes, 17 de mayo de 2010

Sara

Todo se había mejorado. Mi día había sido bueno al final. Era la una de la mañana. No podía dormir. Intentaba acomodarme en cualquier posición humanamente posible para conciliar el sueño, pero éste no se dignó a aparecer hasta un cuarto de hora después. Aún así, me abandonaba esporádicamente para ir a reconfortar a alguien más. No supe de la razón de estos abandonos, hasta el día después. Desperté, como de costumbre a las 5:30 y me bañé. Tomé una blusa negra y mi uniforme; me disponía a cambiarme con la ropa seleccionada cuando reparé en el hecho de que me sentía aún feliz y no quería usar negro. Encontré algo más alegre para usar (una blusa verde, mi color favorito). Escuché que sonaba el teléfono. No podían ser buenas noticias, nadie llama tan temprano a menos que tenga algo malo que avisar.
Mi mamá tocó la puerta. "Tal vez, hoy no hay clases", pensé.
- Me acaba de llamar Danya. -Yo sólo había escuchado que ella utilizara ese tono antes, cuando falleció mi abuela. Me preocupé. Era algo serio. - Me dijo que Sara falleció. La están velando. La creman a las dos.
Se me cayó el alma a los pies. Sara era mi amiga de la primaria. Tenía leucemia. Nunca dijo nada, siempre ocultó la verdad que nosotros sabíamos. Hacía un año que no la veía. Pensé que todo iba bien con las quimios. Nunca pensé que algo malo pudiese pasarle. Nunca pensé que hubiera dejado este mundo. Hubo silencio. Mi mente no podía procesar este dato, esta nueva noticia.
- Quiero ir al velorio. -Dije con decisión.
- Está bien, pero qué decimos en la escuela? Tenías examen hoy?
- Si quieres, yo hablo con la coordinadora. No, no tenía examen.
Bajé a comer el desayuno que ya estaba preparado para mí. A decir verdad, no estaba consciente del sabor del pay en mi boca, del sabor de las fresas, ácidas y dulces al mismo tiempo.
Subí a mi cuarto a cambiarme, me lavé los dientes, me peiné y me use los lentes de contacto. Llegamos a la escuela de mi hermana. Ella se bajó y nosotras nos dispusimos a caminar las pocas cuadras que nos separaban del contenedor vacío de mi amiga. En el camino nos encontramos a otra amiga mía, Dannie. Caminamos juntas. Llegamos al edificio y nos encontramos con Bibi, una amiga más. Su rostro estaba ensombrecido por la pena y las lágrimas surcaban su rostro.
- Creo que es mejor que volvamos después. -Sugirió mi mamá.
- Está bien. -Dijimos, después de consolar y despedirnos de Bibi y su mamá.
Eran las 8:50 cuando regresamos al edificio de la Gayosso. Era en la sala 6. Ahí estaba un hombre, el padre de mi amiga. Nos guió por las escaleras, justo hacía donde su hija reposaba. Era una sala amplia, llena de gente conocida y desconocida. En el fondo y centro de la estancia, se encontraba el ataúd de madera, rodeado de flores, cerrado. A su alrededor, todos sus amigos, todos sus familiares, lloraban y guardaban silencio. Sí, eso es lo que se hace en esas ocasiones, guardar el sonido, dejar al silencio penetrar en ti convertido en pena. Saludé a unas de mis amigas. Consolé a otras tantas. No podía llorar. Llegaron más chicos de nuestra edad, la edad que ella tenía. Cada uno se acercaba ante el refugio de madera y soltaba una lágrima o una mirada llena de dolor y tristeza. Detrás del féretro estaban unas fotos de ella, de antes de su enfermedad, de su solitaria figura. Unos cuantos dibujos se hallaban en una pared del lado, cartas que sus compañeros de la secundaria escribían para ella, para apoyarla. Era demasiado, ella era tan joven, tan fuerte, no me lo explicaba. Ni siquiera había cumplido sus quince años, únicamente había pedido comer una hamburguesa y unas papas como último deseo. Se había visto vencida y derrotada tan sólo unas horas antes. Su madre, resignada, no había intentado hacerle una operación desesperada por salvar su vida, ella entendía que eso era todo y que su hija había luchado todo lo que había podido. Su padre, no lo entendió. Él se aferró desesperadamente a la posibilidad de salvar a su hija, a no perderla. Ella había fallecido en el quirófano, después de dos infartos.
Permanecí alrededor de tres horas en aquél fatídico lugar. No lo soportaba. Le pedí a mi mamá que nos marcháramos. Había visto a demasiados llorar, había reprimido todo demasiado tiempo. Me despedí de todos. Le dije adiós a Sara. Salí del edificio. No lo pude reprimir más, todo el dolor me invadió y dejé que las lágrimas invadieran mi rostro.
- Sabes qué es lo más triste? - Preguntó mi mamá, una vez fuera de la Gayosso.- Lo peor es que en septiembre era su cumpleaños y su mamá le había apartado el salón. Iba a ser una gran fiesta.
Ambas rompimos en lágrimas mientras nos alejábamos de la funeraria, de mi amiga, de su cuerpo inerte.
Adiós Sara. Nos veremos en otra vida. Fuiste fuerte hasta el final. No dejaste que nadie compartiera tu dolor, no dejaste que soportáramos esa enorme carga contigo. Descansa en paz. No sufrirás más. Te recordaremos. Recordaré esa fortaleza, esas risas, ese gorrito de los colores del arcoiris. Te recordaré.

2 comentarios:

  1. :( me sacaste lagrimas.
    Estoy segura de que ahora esta en paz.
    Salve Sara

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  2. .... oki como te llamas que yo conozco a Sara y a todas que bno casi todas que nombras!!

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