martes, 23 de diciembre de 2014

Luces de mediodía



Quisiera decir que te adoro,
que eres mi dios en un mundo
en el que no existe lo eterno
pero lo que me lleva a ti
es mi humanidad, y la tuya,
tan evidente, ininteligible, inalcanzable.

No eres mi dios porque

no quiero verbo sino presencia;
el sabernos juntos verdaderamente
aún en nuestros defectos humanos
tan nuestros, tan poco certeros
y poder decir que no somos eternos
porque no necesitamos serlo.

No necesitamos rezos o cantos.

Para adorarnos sin adorarnos
sólo basta con cada instante
en los que los dos, juntos, somos mortales
y nos atrevemos a vernos
el alma pobre, desnuda,
los sueños vivos  muertos,
los pesares, las dudas,
y también, por qué no, la eternidad
que vive en cada poro mortal,
en cada momento, en cada día
que podemos vernos, sin adorarnos,
sin santos, sin Dios, como dos rayos
de luz a mediodía y lloramos a mares
las virtudes y pesares de la finita vida.

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