Había una vez un cuento amorfo. Todos
miraban a otro lado, buscando cuentos con forma y el cuento amorfo se quedaba
en las sombras, esperando, acumulando polvo. Caminaba sólo, sin nombre y se
preguntaba qué propósito tenía su existencia. No tenía forma, ni sentido. Fue
entonces en que vio algo en las sombras, una pluma amorfa, sentada y empolvada.
La pluma notó su existencia y el cuento amorfo tomó a la pluma amorfa y cada
renglón cobró sentido cuando un ojo curioso descifró estas palabras.
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