Pasa la tarde y las horas huelen a sexo
o, será que el sexo nos huele,
huele nuestras llamas de juventud incansable
que a penas se vislumbra en aquella esquina,
tan remota e impensable
de la vida de vidas.
de la vida de vidas.
Sí. El sexo nos huele.
Se nos acerca, cazándonos
Se nos acerca, cazándonos
y poco a poco nos rodea
en una trampa tan mortal
en una trampa tan mortal
como la muerte,
y nos empuja, uno hacia el otro,
y nos empuja, uno hacia el otro,
y nos consume,
alimentándonos, abrasándonos,
alimentándonos, abrasándonos,
en el fuego fatuo,
eterno,
de la vida que se abre paso.
Nos mezcla, como uno sólo
eterno,
de la vida que se abre paso.
Nos mezcla, como uno sólo
para tomar nuestro fuego
y alimentar el propio,
siempre en peligro de extinción,
siempre en peligro de extinción,
siempre cambiante,
que crece codiciosamente a costa
que crece codiciosamente a costa
de todos, de nadie,
y nos lleva, si bien no a su infinito
y nos lleva, si bien no a su infinito
entre estrellas y constelaciones;
sí entre himnos tan viejos
sí entre himnos tan viejos
que parecen salidos de las entrañas del mundo,
de los primeros seres que respiraron y pasaron la tarde,
de los primeros seres que respiraron y pasaron la tarde,
oliendo a sexo entre las horas de su juventud incansable.
Hola, muchas felicidades, escribes muy bien y sobre todo con mucho sentido, pero ya tiene tiempo que no publicas... ¿Qué paso con esa inspiración?...
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