domingo, 16 de febrero de 2014

Un Silencio Triple

Volvía a ser de noche. En la Posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.
El silencio más obvio era una clama hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque sólo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con sus conversaciones y sus risas, y con el barullo y tintineos propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, por eso persistía el silencio.
En l a Posada Roca de Guía un par de hombre, apiñados en extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío, al otro silencio, hueco y mayor. Era una especie de aleación, un contrapunto.
El tercer silencio no era fácil de reconocer. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos y astillados barriles que había detrás de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que llevaba mucho rato apagado. Estaba en el lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre allí de pie, sacándole brillo a una superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lámpara. 
El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas. 
La posada de Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte. 


- Patrick Rothfuss
El Nombre del Viento


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