Te invoco desde
mi mundo,
certeza oculta,
escondite
a plena vista,
secreto
que me afirma
que tú,
que nosotros
solos
sólo somos, sin más,
una última,
única, unión
entre este
espacio
de deseos
destilados,
intrascendentes,
y
otro océano
oscilante:
destino, destrucción,
pasión, prisión
poderosa.
Me maldice,
mostrando
dos dolores
destruídos, dos
visiones
brillantes;
prometen poderes
lejanos, lazos,
latidos,
sentido,
sensualidad, sabor,
aquello que me da un propósito
un motivo por
el cual me aferro
insistentemente
a una vida vana,
fugaz como un
instante,
como el aleteo
de las alas
de una mariposa
de cristal infinito.
Entre penumbras, tu boca me llama,
penumbra
Tus labios como
hojas,
tu dulce pecho
amargo
lleno de
despecho y vacío
Tú eres fuego
explosivo
arrebato que me
arranca,
me condena
pasión ardiente
y helada, creencia
de que la
exuberancia, el calor,
la selva
febril, las cascadas
Todo existe
porque mi corazón
te piensa con
esa fertilidad
mi pecho suda
ríos que se unen
al mar que es
tu cuerpo, imaginario,
y corres tras
de mí, espejismo,
en este que es
santuario a tu recuerdo.
Temo, escondo mi razón para que no arda
entre los
vestigios de mi ser, tuyo
Presiento la
tormenta, el huracán
que traerá mi
destrucción
mi caja de
cerillos que se incendia
envuelta en
llamas de deseo infinito.
Aparto de mi
mente una certeza
que firmó mi
sentencia de muerte
en el momento
mismo en que
tus ojos y los
míos se encontraron
por vez
primera, por vez última
Te invoco y sé, no de cierto,
pero supongo,
que me perteneces
tanto como que
encontrarnos fue
desde el inicio
de mis inicios,
nuestro
destino.
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