Planta tras planta; latido tras latido. El Sol sobre el cabello, que pareciera querer desafiar a la gravedad y demostrar al mundo que sus raíces no son sólo sólidas y fértiles, sino que se mueven. El viento sobre cada fibra de piel, desnudándome a la inmensidad de lo consustancial, confortando, susurrando silencios dulces, abrazando con los brazos suaves de quien se sabe necesitado. Viene elevando cada cabello, con la esperanza de recordarle su sueño de una realidad ingrávida. Trae consigo música de hojas, las voces de los árboles; le da a cada nube una identidad y voz propia otorgando aliento y conciencia de su naturaleza de viajeras perpetuas. Todas son una. Una son todas.
El viento cubre la ausencia en un trono de silencio, es mensajero de mis pensamientos. Insiste contra mi piel, intentando traspasarla y llegar a mi sustancia, llegar a mí. Mi piel, en respuesta, se enchina. Tal vez, sabe lo que yo me oculto. Tal vez, lleva mi secreto más profundo. El viento entra a bocanadas, envuelve cada plata, cada latido y, con un beso en mis labios, envuelve a un corazón solitario.
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