"Lune
Qui là-haut s'embrume
Avant
Que le jour ne vienne
Entends
Rugir le coeur
de la bête humaine."
- Notre Dame de Paris (Lune)
Sucede que uno se encuentra
mirando el techo en la madrugada
buscando en la pasta rugosa, amorfa
una respuesta, una palabra, una caricia
o, a veces, sólo una certeza.
Sucede que uno se encuentra
tendido en la cama en la madrugada
escuchando en el silencio quién sabe qué cosa
añorando unos brazos, una piel cálida
escuchando el amor, esbozando una sonrisa
que, en brazos, en silencio, alimenta el alma.
Sucede que uno se encuentra
de ojos abiertos en la madrugada
viendo no el techo, sino la ventana
e imaginando que, lejana, la Luna
nos hace compañía en esta fría velada
que no es de piedra, muerta, sino amiga
y que con susurros de viento nos cobija.
Y a veces sucede que uno no se encuentra
bajo el sol y con ojos entreabiertos mira
las calles, la multitud, la sonrisa
que acartonada cubre, maldita, acongojada
las huellas de esa verdad de techo, perdida
que se nos pega de ojos abiertos, en la cama
cuando todo lo vemos lejos, desde una ventana
y uno se siente feliz, y se ríe con una risa tan desolada.
Y sucede que esa certeza, esa añoranza, esa velada
se difuminan, se evaporan, al nacer un nuevo día
como si la luz del Sol, necesaria, no alumbrara
no calentara, no aliviara siendo madre, criadora
y sólo ensanchara la negrura, sombras de mediodía
rutinaria copia de la copia de la copia de la copia
que sólo al morir, cuando llega la tarde fría
inhalara un aire nuevo, se volviera auténtica
y en esas noches de divina, maldita, vigilia
brindara somnoliento alivio al dolor de una
realidad rota, profundamente destartalada.