sábado, 25 de septiembre de 2010

No lo sé...


Hoy me hablaste de cómo te sentías, de tus sentimientos hacia mí, de todas las cosas que pudieron ser. Me temo que no sé como van a ser las cosas desde ahora. No sé si todo esto va a funcionar, si es lo correcto. Yo te oí, atentamente y pensando en nada, realmente. No había dolor. No había verdadera pena. Lo siento, no puedo hacer algo al respecto. Lo siento, lo que fue se perdió. Yo supongo que un día algo pasó. Yo supongo que todo tuvo un sentido en alguna suave tarde de agosto, en un verano perdido entre ensoñaciones y deseos. Pero no lo sé... No, no lo sé.
He de admitir que lo supuse desde el principio. Lo supe desde el principio. No es una sorpresa, la decepción no me agobia como lo hizo hace algún tiempo.
Probablemente, podría seguir con este juego, hasta que ya no haya más que apostar, nada más que perder. Podría hacerlo, pero no es necesario, no es factible que las cosas vuelvan a su antiguo y original estado. Se perdió.
No sé qué decirte. No sé qué hacer contigo, donde quedaron mis sueños y deseos de ti.
No sé...



lunes, 13 de septiembre de 2010

El tiempo que nos queda...

Hoy aparecí frente a ti. Estaba desesperada, obsesionada, perseguida por ideas monstruosas, aterrada por lo que pueden hacerme en un futuro. Tú me detuviste, preguntando que era lo que me sucedía. Yo balbucee ininteligibles palabras. Parecería una estúpida si lo dijera, de eso estaba segura. Tú te preocupaste, me insististe en compartir contigo la causa de mi caída en este bache. Decidí que no me importaría compartirla contigo. Te susurre parte del pánico que me invadía. Probablemente pensaste que era tonto, sí, creo que lo hiciste. Pero lo que hiciste a continuación no lo esperaba, llegó asombrandome, una vez más. Porque tú tienes ese don: calmarme cuando me siento en el hoyo, cuando la histeria acaba con mi calma.
Puede que no lo pareciera, pero noto la distancia, el vacío entre nosotros. Un vacío lleno de estúpidos "¿qué dirán?", de miedo, de timidez. Porque, sin duda, eso es lo que nos separa... Al menos, eso creo.

El tiempo que nos queda es poco, se agota. Hoy más que nunca, que siempre.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Blind


Puedo empezar con decir que no tengo mucho tiempo. No hay tiempo. Tiempo es lo que me falta. Hay veces, veces, veces en que me gustaría no haberme dado cuenta de las cosas, de la realidad. El futuro puede ser algo muy lejano, algo oculto tras un velo oscuro; hasta que alguien decide descubrir lo que hay más allá de esa aparente oscuridad y hay muchas cosas que se pueden ver ahí. Podrías descubrir toda una ciudad, un mundo que está a tu merced, tu futuro. Otras personas descubren sólo un cuarto, algo pequeño y, hasta cierto punto, insignificante. Yo decidí que quería ver un mundo, un universo si es preciso. Lo vi, lo deseé, decidí que haría lo necesario para alcanzarlo. Estaba dispuesta a trabajar lo necesario y, tal vez, más. Me lancé, entusiasta, a la idea de mi futuro, a lo que pude dislumbrar a través de ese velo imaginario. Hoy descubrí que hay muchas consecuencias, que no sólo se trata del trabajo y del tiempo, no. Tan sólo empezar con los planes y hacer las cosas que se necesitan para lograr mi objetivo me están perjudicando. No tengo me tiempo: me falta. Creo que he empezado a darme cuenta de que entre más cerca esté de lo que quiero, más sola me veré. Entre más arriba estés, menos gente estará a tu lado. Tú sólo eres la persona que aleja más a esas personas; no hay tiempo. La soledad puede ser fría y cruel. Me pregunto qué es lo que vale más la pena. Me pregunto si es más importante la persecución de mi sueño o enfrentarme a mi miedo más grande.
En algún momento tengo que decidir. Mi límite es el cielo, un cielo carente de personas. Me hubiera gustado no caer en la cuenta de estas realidades. Me gustaría haber encontrado al otro lado del velo un simple futuro común, tal vez, una ciudad o un sólo edificio. Si, por un momento, hubiese sido un poco más conformista, menos hambrienta de un futuro mejor, tal vez no me hubiera fijado una meta tan alta. Me gustaría ser ciega de nuevo, tal vez, retroceder unos cuantos meses, incluso sólo uno.
Me presiono demasiado, sí eso es. Ayer caí enferma por eso. Parecía un simple resfriado, pero yo estoy segura deque no lo era. Es la presión...
Digo incoherencias. Extraño muchas cosas.Alguien que rápido me salve. Alguien que venga y me traiga de vuelta a la yo real, a la que esperaba, escuchaba, era muy buena amiga y, sobre todas las cosas, a la yo que tenía tiempo.
Debo, probablemente, pedir disculpas. No es mi intensión relatarles mis historias de locura, de histeria en momentos de presión. Es sóloque no sé qué hacer... Me siento sola.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Scream!

- ¿Pero, qué te pasa? -Pregunté en un susurro, intentando comprender la situación. Era paciente: no quería apresurarme ni presionarlo demás.
- Es que no sé cómo decirlo, como explicarlo. -Él tenía algo. Lo había notado hacía unos días: su comportamiento no era el de siempre. Lo sentía incómodo a mi lado, distante. - Hay algo que me impide acercarme a ti. Tuve una sensación muy rara...
- ¿Qué es?
- No sé.
Ahora sí comenzó la desesperación a surgir. Él sabía qué le ocurría. Yo necesitaba saber qué era. Pensé muchas veces en este famoso "algo" que le estaba ocurriendo a él. No encontré algo concreto de lo cual sospechara. Era la misma historia de siempre: él no se acercaba a mí, a pesar de saber lo que ambos sentíamos por el otro. Yo lo amo, él me corresponde. Aún ahora recuerdo nuestra pasada cita, el sabor de sus besos, nuestros cuerpos sobre la húmeda superficie del pasto... Esta inseguridad, esta duda necesitaba terminar.
- Llevo intentado mucho tiempo, pero es frustrante no lograrlo. Pondré mi máximo por ti, porque te amo, porque no quiero perderte. -Él llevaba haciendo la misma promesa mucho tiempo. No había habido avances. Todo continuaba de la misma manera. Dolía. Dolía mucho. ¿Qué había hecho yo para que no le gustara mucho acercarse a mí? Las dudas crecían. Una verdad rezumbó en mi mente: Habíamos estado juntos por mucho tiempo, pero no éramos nada formal, no éramos más que amigos... "amigos con derechos". No había más. No éramos pareja. Seguro él quería que fuesemos algo más que amigos, pero ¿por qué no se animaba? ¿qué clase de relación sería esa si no estábamos juntos?
- Fue una estupidez que cometí. Es complicado cambiar mi forma de ser. Cree que lo quiero hacer por ti. Quiero superarme. Quiero vencer esto que me sucede. -¿a qué se refería con "esto"? Empezaba a tener la sensación de que había millones de cosas de él que yo no sospechaba siquiera. Yo sabía que era difícil, pero ¿¡qué era eso que le impedía acercarse a mí!?
- ¿A qué le tienes miedo?
- A decepcionarte, a lastimarte, a no poder hacerte feliz. -¿No lo comprendía? La situación, la incertidumbre, estaban haciéndome mucho daño. Esto ya me había sucedido antes. No lo soportaba. Él temía lastimarme. Si con eso él estuviera más cerca de mí, soportaría el dolor, yo era feliz a su lado. ¿O, acaso esa inseguridad se debía a que no sentía que pudiera lograr hacerme feliz? ¿Era inferioridad lo que se ocultaba detrás de ese temor, de esa inseguridad? Pedí a todos los cielos que no fuese así. No quería que él me sobrevalorara. Después de todo: no pretendí nunca ser más que una igual, que una simple mortal. Mis deseos y sueños de grandeza, por los que tanto trabajaba y los cuales cada vez me forjaban en mejor persona, no tenían como propósito lograr que la gente se sintiera inferior a mí.
- Creeme que esto es más doloroso. Tu ya me has hecho feliz. -Comencé a temblar. Sentía que las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
- Quiero que siga siendo así. Tengo miedo de perderte, de lastimarte. Es por eso que no quiero que te sientas mal. No quiero que estés sola. Quiero acompañarte. Quiero poderte sacar una sonrisa, esa que me regalas, que es tan importante para mí.
Esta vez, las lágrimas fluuían sin control. No tuve valor de verle a los ojos. No quería descubrir en ellos un reflejo de mis propias emociones.
- Te amo. -Sus palabras hicieron más evidente la situación, el dolor, la certeza de que ambos nos amábamos.
- Yo también... Yo también...
El silencio se irguió entre ambos como una barrera infinita. Sólo quería gritar.