- ¿Pero, qué te pasa? -Pregunté en un susurro, intentando comprender la situación. Era paciente: no quería apresurarme ni presionarlo demás.- Es que no sé cómo decirlo, como explicarlo. -Él tenía algo. Lo había notado hacía unos días: su comportamiento no era el de siempre. Lo sentía incómodo a mi lado, distante. - Hay algo que me impide acercarme a ti. Tuve una sensación muy rara...
- ¿Qué es?
- No sé.
Ahora sí comenzó la desesperación a surgir. Él sabía qué le ocurría. Yo necesitaba saber qué era. Pensé muchas veces en este famoso "algo" que le estaba ocurriendo a él. No encontré algo concreto de lo cual sospechara. Era la misma historia de siempre: él no se acercaba a mí, a pesar de saber lo que ambos sentíamos por el otro. Yo lo amo, él me corresponde. Aún ahora recuerdo nuestra pasada cita, el sabor de sus besos, nuestros cuerpos sobre la húmeda superficie del pasto... Esta inseguridad, esta duda necesitaba terminar.
- Llevo intentado mucho tiempo, pero es frustrante no lograrlo. Pondré mi máximo por ti, porque te amo, porque no quiero perderte. -Él llevaba haciendo la misma promesa mucho tiempo. No había habido avances. Todo continuaba de la misma manera. Dolía. Dolía mucho. ¿Qué había hecho yo para que no le gustara mucho acercarse a mí? Las dudas crecían. Una verdad rezumbó en mi mente: Habíamos estado juntos por mucho tiempo, pero no éramos nada formal, no éramos más que amigos... "amigos con derechos". No había más. No éramos pareja. Seguro él quería que fuesemos algo más que amigos, pero ¿por qué no se animaba? ¿qué clase de relación sería esa si no estábamos juntos?
- Fue una estupidez que cometí. Es complicado cambiar mi forma de ser. Cree que lo quiero hacer por ti. Quiero superarme. Quiero vencer esto que me sucede. -¿a qué se refería con "esto"? Empezaba a tener la sensación de que había millones de cosas de él que yo no sospechaba siquiera. Yo sabía que era difícil, pero ¿¡qué era eso que le impedía acercarse a mí!?
- ¿A qué le tienes miedo?
- A decepcionarte, a lastimarte, a no poder hacerte feliz. -¿No lo comprendía? La situación, la incertidumbre, estaban haciéndome mucho daño. Esto ya me había sucedido antes. No lo soportaba. Él temía lastimarme. Si con eso él estuviera más cerca de mí, soportaría el dolor, yo era feliz a su lado. ¿O, acaso esa inseguridad se debía a que no sentía que pudiera lograr hacerme feliz? ¿Era inferioridad lo que se ocultaba detrás de ese temor, de esa inseguridad? Pedí a todos los cielos que no fuese así. No quería que él me sobrevalorara. Después de todo: no pretendí nunca ser más que una igual, que una simple mortal. Mis deseos y sueños de grandeza, por los que tanto trabajaba y los cuales cada vez me forjaban en mejor persona, no tenían como propósito lograr que la gente se sintiera inferior a mí.
- Creeme que esto es más doloroso. Tu ya me has hecho feliz. -Comencé a temblar. Sentía que las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
- Quiero que siga siendo así. Tengo miedo de perderte, de lastimarte. Es por eso que no quiero que te sientas mal. No quiero que estés sola. Quiero acompañarte. Quiero poderte sacar una sonrisa, esa que me regalas, que es tan importante para mí.
Esta vez, las lágrimas fluuían sin control. No tuve valor de verle a los ojos. No quería descubrir en ellos un reflejo de mis propias emociones.
- Te amo. -Sus palabras hicieron más evidente la situación, el dolor, la certeza de que ambos nos amábamos.
- Yo también... Yo también...
El silencio se irguió entre ambos como una barrera infinita. Sólo quería gritar.