Escucho pasos en el laberinto.
Cerca.
Cada vez más, y más cerca.
Taladran mis oídos
como tierra cayendo
sobre un ataúd.
sobre un ataúd.
¿Qué diablo de dios me trajo a un sitio como este?
Como los pasos afuera, mi corazón resuena
grita
Cerca
Demasiado cerca
Y de repente para.
Siento el calor,
fogata,
que emana de su piel.
Su aliento.
Sofocante.
se pega a mi rostro.
Espero.
Sé que el fin viene,
se acerca,
pero no pasa nada.
En sus pupilas negras.
Vacío.
La inmensidad pregunta;
refleja mi rostro.
Son ojos que me buscan
tras la faz de bestia
esperando
en silencio
una respuesta.
Silencio
¿Él debería realizar el movimiento fatal
o debo provocarlo?
Alzo una mano,
indecisa,
buscándolo.
En sus ojos se enciende
una chispa.
Explota.
Da un paso atrás y,
sin saber por qué,
yo lo doy hacia adelante.
Un parpadeo.
Confusión.
Siento el zarpazo.
C
a
i
g
o
.
Me inunda
el sabor metálico
de la vida
escurriéndoseme
a chorros.
Él me mira
y luego mira sus manos.
De un golpe,
derrotado,
derrotado,
se hinca a mi lado
y me toma entre sus brazos.
Su tacto es cálido.
Sus brazos son fuertes.
En su pecho
late
la vida
de todos
en el laberinto
y yo me pregunto
qué diablo de dios es ese
que creó a una criatura
que velara
por la vida
d e
t a n t o s
m u e r t o s .